miércoles, 4 de noviembre de 2015

El mundo es una mierda.

Fue inesperado. Tan inesperado como encontrarse un billete de 50 pavos en la calle. Una sorpresa que te descoloca el alma y te parten la nariz.
Era una noche de estas en las que el alcohol no se te sube, cuando tus amigos van como cubas y tu bebes y bebes y vuelves a beber para intentar alcanzarles. Nosotros salimos de un garito y entramos en otro a por el enésimo chupito de líquido transparente que no sabes si es alcohol, colonia o matarratas; y allí estaba.
Sentada al final de la barra, vestida de blanco como si fuera un fantasma del pasado. Guapa como siempre, con el pelo más corto que la última vez que la vi (hacían muchos meses ya de eso), con los ojos mas bonitos del mundo fijos en aquel niño pijo con el que estaba.
Me miró fugazmente, clavó durante unos segundos sus ojos en mi como si fueran puñales de hielo. Posiblemente no me reconoció y si lo hizo ¿que pensó? ¿Recordaría las canciones, las películas y los mil sitios en los que nunca estuvimos pero que hicimos nuestros? ¿Los besos a escondidas en el portal, las ganas de vernos, los planes y las promesas que nunca se cumplieron? ¿Las noches hablando hasta el amanecer, los poemas que le escribí? Siempre he tenido la duda de si ella piensa en eso, si se acuerda de todo cuando está en la cama y no puede dormir. A veces, si no puedo dormir, pienso en ella; imagino por unos instantes que ha borrado mi número para no llamarme borracha y de madrugada como solía hacer para jurarme amor eterno y suplicarme que vuelva a su vida.
Fue entonces el cabrón del Leteo me sacó de mi cárcel de recuerdos para devolverme a la realidad:
- ¿Pero me quieres hacer caso? Te estoy diciendo que si vamos a la parte de arriba ¿En qué puto mundo vives?
- ¿Eh? Ah... si si, vamos arriba... Me he empanado un poco...

Subimos, pedimos, bebimos, pagamos y volvimos a pedir, beber y pagar. No sé que habían pedido pero me quemaba la garganta, entonces y de repente, todo lo que me había bebido antes me empezó a hacer efecto. Me llené de la rabia que me daba verla con otro, de la impotencia por no haber podido mantenerla a mi lado, del odio hacia todas las cosas que no me habían salido mal en la vida. Me prendí fuego por dentro y el alcohol era combustible. Verla después de tanto tiempo había acelerado mi corazón mientras me oprimía el pecho, ahora me sentía libre porque estaba fuera de mi.
Cuando bajamos las escaleras para salir del local, ellos dos estaban abajo y a partir de ahí todo fue demasiado rápido.
No sé si lo hizo aposta o fue cosa del apelotonamiento de la gente pero el novio se chocó contra mi empujándome hacia la pared y yo, ciego como iba y herido en mi orgullo, me incorporé y le pegué un puñetazo en la mandíbula.
Fue un puñetazo lleno de fuerza, una respuesta automática al empujón, que se lo di a él como se lo podría haber dado a cualquiera de los fulanos que estaba en el garito; pero también fue una declaración de principios, un grito de orgullo. Eh niñato, yo soy el gallo mas chulo de este corral y tu a mi no me empujas porque no me da la puta gana. Fue sin pensar en que estaba pegando a un niñato, si, pero a un niñato con un brazo que era dos veces el mío.
Y el me pegó otro puñetazo. Directo a la nariz, con todas sus fuerzas. Crac. Dolor. Y de repente, sangre. Y mis amigos que me cogen de la camiseta mientras, todo manchado de sangre, me cago en la puta vida del payaso aquel.

Me arrastraron hasta la calle y me sentaron en una escalera.
- ¿Estas tonto o qué? Te ha empujado sin querer y le sueltas una hostia.
- Es que vaya gilipollas ¿No has visto que te saca dos cuerpos o qué?
Había hecho el ridículo. Queriendo quedar por encima me había llevado yo la hostia y quedado por los suelos pero era cosa mía, de alguna manera tenía que expresar mi frustración.
- Que me dejéis en paz, que no tenéis ni puta idea.
Y me fuí. Estuve dando tumbos un rato por el centro con la cara llena de sangre seca y la camiseta manchada, maldiciéndolo todo
 Buscando un sitio donde enterrarme en vida, donde olvidarlo todo: los besos en el portal, los ojos azules y olvidarla a ella pero solo encontré el portal de una casa en ruinas donde sentarme a vomitar hasta el alma.
Y grité.
Y rompí a llorar.

Lloraba de rabia. Lloraba de tristeza. Lloraba de odio. Lloraba porque ella está con otro pero el mundo sigue girando. Lloraba porque al dia siguiente me iba levantar como todos los días desde hacía medio año y no iba estar a mi lado pero me iba a doler su recuerdo. En fin, me había quedado sin ella, pero ella se había quedado conmigo. Me había arrancado el corazón de cuajo separándome de mi mismo. Ella no está y el mundo sigue girando; el mundo es una mierda pero sigue girando.

martes, 29 de septiembre de 2015

La chica rascacielos.

Supongo que te quedarías con la duda sobre que me pasó con la novia de Elvis ¿No? Pues bueno, por circunstancias que procedo a contar, la encontré. Si, la encontré. Has leído bien. Sé que nadie apostaba ni un duro por el reencuentro de la novia de Elvis y el hijo perdido de Strummer.

Fue una noche de estas que acabas en el piso de alguien que no conoces con gente que no conoces y de repente te encuentras a quien menos esperabas ver. Estaba sentada en un sillón con la chupa de cuero, fumándose un porro y hablando con todo el mundo. Sonrió al verme, se levantó, me cogió de la mano y me sacó de aquel sitio mientras no paraba de repetir
- Me has encontrado, por fin me has encontrado.
Y follamos. Y volvimos a fumar juntos, a emborracharnos los martes y quedarnos en casa los sábados. Nos pasamos unos meses así; ella pintaba usando mi espalda de lienzo y yo le escribía, en forma de relato salvaje, todo lo ocurrido la noche anterior. Fueron buenos tiempos, pero ya está.
De repente, un día, se nos gastó el amor de tanto fingirlo y ninguno de los dos quiso recargarle la batería. Al día siguiente discutimos y desapareció como la primera noche. Ella volvió a irse y yo pasé a ser un nuevo huésped del hotel para corazones rotos.

Con el tiempo llegué a la conclusión de que mi relación con la novia de Elvis era algo basado en lo mucho que la idealicé la primera noche. Era una mujer fatal que parecía recién salida de una canción de Burning, guapa, artista y movía las caderas como si no tuviera caderas; carne de encoñamiento para idiotas como yo (en realidad, llegué a muchas más conclusiones (naufragar en un mar de bares es lo que tiene, que te da para pensar) pero la mayoría de ellas no pintan nada en esta historia)

Cierta noche, no sé si era miércoles o viernes, los fantasmas okuparon con tal violencia la tierra de nadie existente entre mi cerebro y mi corazón, que me emborraché de decepciones mezcladas con Jack Daniels hasta rozar el coma etílico de todas mis frases a medias; hasta que el camarero del bar sin nombre en el que estaba me largó de allí a patadas.
Borracho, derrotado, arruinado, dolorido, lleno de fantasmas... Sin duda alguna, era la viva caricatura de lo que en algún momento fui. Una caricatura ruin que esa noche no supo llegar a casa y se tumbó a dormir la borrachera en el banco donde tocó su primera teta en el parque donde hizo su primer castillo de arena. Una caricatura absurda y manipulada a su antojo por el paso de los años. Era yo, pero ni mi madre me habría reconocido.

Los rayos de sol empezaron a brillar sobre los tejados de los edificios. Aquel parque era también mirador. La zona mas alta de una ciudad que antes se rendía a mis pies cada noche que salía por miedo a que la quemara, que ahora había conseguido ponerme de rodillas y hacerme suplicarle que no me llevara por delante.
Abrí los ojos. La espalda era un festival de contracturas y tenía un ligero sabor a mierda (o a garrafón) en la boca. Me levanté dispuesto a meter la cabeza bajo una fuente y seguir el camino a casa cuando algo, mas bien alguien, llamó mi atención.
En el parque no había mucha gente: una pareja haciendo footing, un viejo paseando al perro y una chica. Una chica apoyada en una valla, acabándose un cigarro y viendo amanecer mientras escuchaba una de mis canciones favoritas.
Me acerqué a ella. Era alta, melena negra y tenía unas piernas de rascacielos. Dignas de estar en el centro de Nueva York junto al Empire State. Bajo su cazadora vaquera se escondía una figura de portada. Un cuerpo para arrasar Troya.
La música seguía sonando y no pude evitar cantar.
- Recuerdo tus labios y esos ojos que al mirar casi hacen daño...
Me miró mal. Una mirada asesina disparada por ojos que resucitan muertos. Canto mal, lo admito, pero no creo que sea como para querer matarme.
- Joder tío, acabas de cargarte mi momento favorito del día.
Tiró el cigarro al suelo y lo pisó mientras escribía algo en el móvil. Yo permanecí a su lado, viendo como los rayos del sol empezaban a llenar de luz la ciudad.
- Es inspirador ¿no crees? - me dijo- Me refiero al amanecer. Ver como el sol se hace con el control de la ciudad. No sé. Me gusta.
- ¿Inspirador? ¿Para escribir? ¿Eres escritora - Yo es que siempre pregunto mucho.
- ¿Escritora? Na, ojalá. Pero a veces es inevitable.

Uf. Escribe, fuma, es guapa y le gusta una de tus canciones favoritas. Huye Alberto, huye. Otra mujer fatal ahora te viene como el culo.

La chica se despidió con un ligero "adiós" y quise dejarla escapar. Que se perdiera entre la gente de la ciudad y no volver a verla, pero soy demasiado débil.
- Espera. Me gustaría volver a verte.
Sonrió. Juro que me gustaría describir esa sonrisa pero aún no he conocido palabras que la definan.
- Bueno, yo vengo aqui todos los dias sobre esta hora. Me gustan los amaneceres.
Y se fue.

Durante dos semanas estuve en constante guerra civil con mi cabeza y mi corazón ¿Volver a verla o no? ¿Dejarme de mujeres fatales y buscar una chica sencilla o ser un kamikaze sentimental de nuevo? La herida de la novia de Elvis aún me supuraba por las noches sin que pudiera hacer nada y la chica con las piernas de rascacielos era una perfecta desconocida a la que nunca iba a conocer si me quedaba en casa.

Volví al parque. El mismo viejo con el mismo perro y la misma chica con la misma canción. Pero esta vez yo tenía mas sueño que resaca.
- Vaya, has vuelto.
- Si, hoy si he escuchado el despertador.
Rompió a reir.
- Borracho y dormilón. Eres un partidazo.
- ¿Tu no bebes ni duermes?
- Claro. De hecho, estoy deseando volver a casa para volver a dormir.
No sé si aquello lo dijo en serio o me estaba tomando el pelo.
- Bueno, ¿entonces me invitas a desayunar?
Tampoco supe si aquello lo decía en serio o seguía vacilándome. Yo solo quería desayunar con ella en mi ático, viendo amanecer tras amanecer juntos; aún así, accedí.

Aquella fue la segunda de muchas mañanas juntos. Y después vinieron las noches, y también los días.
La chica rascacielos me provocaba un vértigo terrible cada vez que sentía el roce de su cuerpo junto a mi y me mataba de miedo cada vez que pensaba que un día desaparecería de mi vida como hizo la novia de Elvis. Pero ya sabes el dicho: quien no arriesga...

Ell tiempo ha pasado. Sigo viendo amaneceres con ella y sus piernas de rascacielos se han convertido en la única patria que habito. El único lugar de donde me siento ciudadano.
El camarero del bar sin nombre me cuenta que la novia de Elvis va siempre por allí con un novio nuevo, un modernito con barbas, "ni la mitad de lo que eres tú, tio" me dice. Pero eso ya no importa.
Ahora me emborracho de vértigo sólo con acercarme a la boca de la chica rascacielos mientras el rey del rock le canta a nuestro ardiente amor.

martes, 15 de septiembre de 2015

Renuncio.

Renuncio.
Renuncio a soñar un trío con Eva Green y Katy Perry.
Renuncio al sexo ocasional de algunos sábados (y a los lios de algunos viernes, también).
Renuncio a seguir permitiendo que chicas de curvas vertiginosas se acerquen a mi y me impidan distinguir mas allá de esos escotes tan profundos.
Renuncio a todo lo que he soñado con follarme, empotrarme, tirarme o comerme antes de conocerte.
Renuncio a todo eso con la única condición de tenerte en la misma cama todas y cada una de las noches de las próximas cinco vidas de gato que me quedan, susurrando mi nombre entre gemidos como si fuese el primer hombre del mundo y tu la primera mujer que vistió con hojas de parra. Como si tu te llamaras Eva y yo fuera Adán mordiendo el pecado de tu pecho desnudo, buscando la manzana prohibida entre tus piernas. Entonces ni siquiera el mismísimo Dios tendría cojones a echarme del Paraíso.

domingo, 7 de junio de 2015

La novia de Elvis.

Fue en el típico bar-hamburguesería americano de los 50 con el que todos soñamos alguna vez. Ya sabes, ese que salía en Grease: con hamburguesas XXL en el menú, camareras de vestido rosa chicle, gramola y rock and roll. Mucho rock and roll.
Alguien había puesto el 'Jailhouse rock' en aquella vieja y gastada jukebox mientras yo me bebía el mejor bourbon de Texas pensando que aquella sería "la última y para casa" cuando la vi. Estaba bailando sola en medio de la pista, moviendo las caderas como si fuera la novia del mismísimo Elvis. Nunca había pensado que podría existir una chica como aquella. Alta, delgada, de curvas vertiginosas y pelo negro muy corto; una Mia Wallace con un toque de Amelie. Impresionante.

Cuando acabó la canción la vi salir del bar y, por una vez en mi vida, me armé de valor para ir a buscarla.
No tuve que ir muy lejos, estaba fuera del bar apoyada en la pared con un cigarro apagado en la boca mientras buscaba en el bolso (seguramente algo con lo que encender el pitillo). Yo me quedé un poco más allá, haciendo como que le prestaba atención al móvil, pero sin poder quitarle los ojos de encima.
Enseguida desistió la búsqueda del fuego y clavó su mirada en mí.
- Eh, tú.
- ¿Me dices a mí?
- Claro que te digo a ti, no hay nadie más. ¿Tienes fuego?- Claro que tenía fuego. Estaba ardiendo por dentro por aquella chica con voz de resaca y sueño que parecía no dormir nunca.
Metí la mano en mi bolsillo y le extendí un mechero. Ella encendió el cigarro con mucho estilo y luego se guardó mi encendedor en un bolsillo.
La miré extrañado, era mi mechero. Ella sonrió, se acercó a mí, me quitó el vaso, volvió a sonreír, se bebió todo lo que había dentro, me tiró un beso y empezó a andar. Supuse que ya se iba con mi mechero y habiéndose bebido mi vaso -no me jodas-, pero cuando estaba a unos diez metros se dio la vuelta y gritó:
- Te debo una copa, ¿no piensas venir?
No tuve que pensarlo, la seguí. Caminamos sin rumbo por las calles de la ciudad. Me contó su vida, su obra y milagros. Hablaba mucho, si hubiera sido cualquier otra persona diría que demasiado, pero no. Me gustaba escucharla y mantenerme en silencio asimilando cada palabra que salía de su boca. Me contó que era artista y vendía cuadros para pagarse sus cosas, que me haría un retrato si era capaz de darle un beso y hacerla sentir algo.
Y lo intenté. La hice pararse agarrando su muñeca y la empujé contra la pared y fui a besarla, pero me apartó.
- Nunca beso a las tres de la mañana - dijo. Y continuó andando.
Movía el culo con un swing que derretía el hielo de las copas -que decía aquella canción- y me hipnotizaba. De pronto se paró en seco para sentarse en un escalón.
- Estoy cansada - dijo y sacó el paquete de tabaco.
Encendió un cigarro con el mechero que me había quitado y nos lo fumamos a medias. Yo nunca fumo pero cuando me lo pasaba para darle una calada, manchado de pintalabios, era como besarla. Un beso con alquitrán; perjudicial para la salud, como decían las campañas anti-tabaco, pero un beso al fin y al cabo.
No sé cuánto nos duró aquel cigarro; pero, entre sus caladas lentas y las mías breves, se me hizo eterno. Entonces hizo algo que no se me va a olvidar jamás: se sentó a horcajadas sobre mí, me cogió la cara y me dio un beso de esos que no voy a olvidar jamás. Lleno de pasión, de desenfreno, húmedo. Una explosión de sensaciones en mi boca, en mi pecho, en mi cabeza. Mordía mis labios con cariño y violencia a la vez, algo que sólo una mujer fatal como ella sabe hacer. Cuando se cansó de mi boca, empezó a darme besos por la cara hasta que llegó al oído y me dijo en un susurro apenas audible:
- Llévame a tu casa.
Abrí el portal casi temblando. No asimilaba que estaba a punto de subir a mi piso con la tía mas magnética que había conocido jamás (aunque apenas la conocía). Al entrar en casa intenté besarla, pero me apartó una vez más.
- Haz café, va a ser una madrugada muy larga. Cuando termines, búscame.
Y desapareció por mi propio pasillo. Yo fui corriendo a la cocina, tenía prisa por volver a besarla. Hice café para dos y salí a buscarla.
Estaba en la terraza, pero se había cambiado de ropa. Llevaba puesta mi sudadera de los Clash.
- Es que tenía frío y no pude resistirme. Strummer me pone mucho.
Nos bebimos el café en silencio, lanzándonos rayos con los ojos, follándonos el uno al otro con la mirada.
- ¿Vamos?
- Vamos.
Nos pusimos de pie los dos a la vez y entramos dentro. Se descalzó en el salón, dejó los pantalones en el pasillo y colgó las bragas en la puerta de mi habitación.
Me enseñó a bailar rock and roll horizontal. Ni el mismísimo Elvis movía así la pelvis. Era una diosa del amor como Afrodita, de piel suave y pálida como Marilyn, una boca de esas que te prometen el cielo y de verdad crees que el cielo va a ser tuyo.
Hicimos el amor como amantes, como Romeo y Julieta antes de suicidarse. Follamos como perros, como un Khal-Drogo menos musculado y una Daenerys de pelo negro. Lo hicimos mil veces, en mil posturas durante mil horas hasta que nos quedamos dormidos.
Cuando desperté en la cama solo estaba yo. La busqué por toda la casa, pero no estaba; solo estaba yo. Había sido un sueño. Ella era la novia de Elvis y yo un hijo de Strummer que sólo podía permitirme conocer a una mujer como aquella en sueños. ¿O no?
Encontré un folio encima de la mesa; por una cara tenía pintado un cerezo en flor y por la otra ponía: "BÚSCAME. SI ME ENCUENTRAS, SERÁS MIO"; firmado con un beso de pintalabios rojo.

Supongo que no es necesario decir que eso hice. La busqué por todas las calles de la ciudad. Empecé a frecuentar galerías de arte, bares de bohemios, incluso hice amigos en la facultad de arte para preguntar si la conocían; pero no, no hubo suerte.
De momento sigo buscándola por las calles de la ciudad, esperando escuchar el 'Jailhouse rock' y verla bailando, que me pida fuego y darle todo mi ardiente amor.

lunes, 25 de mayo de 2015

Rascacielos.

Dices que no me quieres
pero ahí, entre beso y sonrisa,
sé que estas mintiendo.
Te aprietas fuerte contra mi
clavando en mi pecho esos ojos negros
y el reloj gira a la velocidad del vértigo
que produce asomarse a tu escote.
Eres desastre irreparable,
eres melena anarquista,
piernas de rascacielos, 
eres la balada que suena
cuando mi corazón-bomba explota.
Te abres de piernas
cuando se cierran las puertas del cielo
¿Pero sabes qué? 
Que me la suda.
¿Quien coño necesita un cielo
si ahora tú eres lo único que veo 
cuando miro hacia arriba?

lunes, 18 de mayo de 2015

Por gilipollas.

El viernes por la noche estaba algo aburrido en la calle de Los Vinos cuando le vi aparecer.
Destacaba entre los demás porque era más alto y no sé, me hizo ilusión verlo. En ese momento se agolparon en mi cabeza un montón de recuerdos deseando salir y ser puestos en común. La típica conversación de dos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo: "Hostia tio, ¿y te acuerdas de cuando...?"
Había sido mi mejor amigo desde segundo de primaria hasta esos primeros años de instituto donde se toman caminos diferentes y se hacen nuevos amigos que te hacen definirte como persona. Unos se hacen canis, otros rockeros, a otros les tira el rap y alguno se define como un completo gilipollas. Y este fue de esos.
Hubo un tiempo en el que tuvimos grandes discusiones de estas que cuando tienes trece años -y te crees el puto amo- acabas dándote hostias hasta con tu mejor amigo por creer tener la razón. Pero bueno, aquello fueron tonterías que se quedaron perdidas y poco a poco volvimos a saludarnos por la calle, intercambiando cada vez mas palabras. Supongo que empujados por el recuerdo de haber compartido el uno con el otro casi todas esas primeras veces que no se comparten con una chica: el primer cigarro, el primer kalimotxo, la primera pintada con spray, los primeros castigos por llegar tarde a casa, la primera vez que robas en la tienda de golosinas del barrio...
Y en esas estaba yo cuando, de vuelta a la calle de Los Vinos,
recordando el sabor de aquella bolsa de Gublins que había salido gratis y deseoso de recordar a mi ex-mejor amigo todas nuestras "hazañas" infantiles él se acerca a mi. Yo, casi emocionado, le doy un abrazo mientras le digo:
- Joder tío, cuánto tiempo, ¿qué tal estas?
Entonces el puto tonto, porque nunca tuvo otro nombre, se suelta del abrazo y me responde:
- Eh tío, pues bien ¿y tú?, bueno, voy pa allá.
Y sin darme tiempo a responder, se fue 5 metros mas allá a hablar con vete tú a saber quién. Os podéis imaginar cómo me quedé yo.
Anonadado. Flipando. Recordando que en aquella pelea que tuvimos en 2004 tendría que haberle pegado el puñetazo en la cara mucho más
fuerte. Por gilipollas.



Y no he escrito esto para contaros la historia, ni siquiera para ponerme nostálgico (y mira que a mi me encanta ponerme nostálgico). He escrito esto única y exclusivamente para quejarme.
Quejarme de que hay gente que tiene la puta cara y la muy poca decencia de cruzarse con alguien con quien ha compartido una parte de su vida y no ser capaz ni siquiera de preguntar "¿Qué tal te va?" o "¿Cómo te trata la vida?" y quedarse para escuchar la respuesta.
De desagradecidos está el mundo lleno y menos mal que ahora tenemos sentido común para no convertir al mayor imbécil del mundo en ese amigo que algún dia nos pegará la puñalada por la espalda. O peor, que nos negará una conversación y un abrazo después de llevar años sin vernos

domingo, 10 de mayo de 2015

Ese día.

¿Qué haremos ese día?
¿Qué coño será de nosotros
el dia que no recordemos como mear?
Cuando se nos olviden
nuestros nombres,
la cara de nuestros padres
y todos los veranos
que siempre dijimos
que serían inolvidables.

Nuestra vida se llenará
de canas,
arrugas,
mil achaques,
algún nieto...
pero se irán los recuerdos,
la juventud,
la capacidad de razonar,
la vista...
hasta las ganas de follar
(y eso que nunca
nos faltan ganas de follar)

Olvidaremos que
cuando éramos niños
queríamos ser mayores
y
cuando eramos mayores
queríamos ser niños
Cuando seamos viejos...
quien sabe.

No recordaré todos esos versos
que nunca me he aprendido
y escribí
pensando en mujeres
cuyos nombres
desaparecieron de mi cabeza
hace muchos meses.

Cuando seamos viejos
okuparemos bancos
de parques en los que jugábamos de niños
y metíamos mano de jóvenes
sin recordarlo.
Espero que ese día
recuerde todo aquello que aprendí
y que no me sirvió
para nada
porque eso será,
-junto a las fotos,
los libros
y las cicatrices-
lo último que me quede
de todo lo que fui
o lo que quise ser
alguna vez.

domingo, 3 de mayo de 2015

Mi sucio corazón.

Se levantó de la cama
despeinada,
fue de estas veces
que ves a una mujer bonita
recién levantada
y piensas
"yo quiero ver esto a mi lado
el resto de mis dias"
Entonces
abrió las piernas
y
apoyando su culo 
en mi ombligo,
agachó la cabeza 
para vomitar
tres mil millones de besos
sobre mi sucio corazón.

martes, 21 de abril de 2015

Amanecer en Siberia.

Desperté aterrorizado y desnudo sobre una capa de hielo. No podía moverme, no podía abrir los ojos. ¿Cómo habría llegado allí? Intenté recordar lo que había hecho esa noche, pero nada. Solo sentía frío y no era capaz de concentrarme en nada más.
Me notaba los labios morados y los temblores recorrían mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta el último pelo de la cabeza. Nunca había tenido tanto frío en mi vida.
Nevaba. Nevaba mucho y lo notaba. Si no me movía, la nieve enterraría mi cuerpo y esa sería mi tumba. Una tumba blanca que me mantendría como a Walt Disney.
Oí lobos aullar en la lejanía. Vaya, resulta que al final no iba a tener un descanso eterno sepultado por la nieve, sino que iba a ser el festín de un grupo de animales hambrientos, qué reconfortante.
De repente dejé de escuchar a los lobos, dejé de escuchar el rugido del viento. Solamente oía una voz en mi cabeza que me decía: Alberto, levántate.
Abre los ojos.
Venga, levántate.
Despierta.
¡DESPIERTA!
Y desperté. Desperté sobre un colchón que no era una capa de hielo, pero que me hacía seguir sintiendo el mismo frío. Desperté mientras empezaba a entrar el sol por mi ventana.
La cama estaba vacía y congelada. No vuelvas a irte de madrugada. 
Amanecer sin ti es despertar en Siberia.

miércoles, 15 de abril de 2015

Obra de arte.

Aquella chica era un cielo
nublado,
por eso, sus mejores fotos
estaban en blanco y negro.

Yo soñaba con follarmela
entre folios,
lienzos
y carboncillos.

Que me convirtiera
en una obra de arte
porque era una artista
recién salida
de algún barrio vanguardista
de París.

Bebía mucho,
muchísimo,
demasiado;
tanto que, a veces
y a besos,
me emborrachaba a mi.

Me escribía cartas
que nunca leí
escritas en el papel mojado
de las lágrimas
que nunca quise ver.

Ella era una artista
y pintaba mi espalda
de rojo sangre
con el pincel de sus labios cortados.

Yo solo era un escritor
frustrado
y le dedicaba poemas
mientras soñaba
con versos
en el filo de su cuello.

miércoles, 8 de abril de 2015

De película.

Todo fue muy de cine.
La taquilla donde la vi por primera vez,
nuestra primera conversación,
las mil pelis que quise ver con ella
y las palomitas que no nos comimos a medias.


Pero en este final no soy el bueno;
el bueno se queda a la chica
y a mi la chica me ha dejado por otro.
Supongo que seré el malo, o el feo
-espero no ser el feo-


Ahora ella tiene otro señor de los anillos
de compromiso,
alguien que no sabe jugar a La guerra de las galaxias
entre los lunares de su espalda.
¿y yo qué?
perdiendo otra vez en los juegos del hambre
que me da no tener sus besos.



Todo fue muy de cine.

Sin banda sonora.

Sin guión.

Sin segunda parte.

Sin un final lleno de amor,

solo versos

y esas dos palabras

que no pueden faltar en una superproducción

THE END.

domingo, 29 de marzo de 2015

Los ojos mas bonitos del mundo.

Los ojos mas bonitos del mundo
me miraron
un dia nublado
a principios de enero.
Ella tiene una voz suave
y esas piernas que siempre quise
que le marcaran el ritmo
a mis pasos torpes.
La ciudad amanece en dos soles
con su pestañeo,
como los planetas
de aquellas películas
que tanto le gustan.


Los ojos mas bonitos del mundo
tienen voz
y cara
y cuerpo
y sobretodo tienen
un nombre
que me tatuaría
para no borrarlo jamás.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Rabia, odio.

Lo confieso. Siento rabia cuando te veo con otro. Rabia. Odio. Celos.
Siento como si un dragón viviera dentro de mi y escupiese fuego en mi estómago. Un fuego que yo no puedo escupir a la cara del imbécil que te tiene cogida por la cintura. Es frustrante.
Siento rabia cuando te veo con otro. Rabia. Odio. Celos. Envidia.
Envidia de que le mires como deberías mirarme a mi, de que te acaricie, de que le susurres te quieros al oido, de que te folle como debería estar haciéndolo yo (aunque en la puta vida ese payaso te va a follar como yo); y si te pone el anillo, juro por Dios que tu boda será peor que la de Kill Bill.
Siento rabia y me siento imbécil por no saber controlarme. No quiero ser ese animal confuso preso de sus instintos que solo quiere atacar para defender lo - que cree - que es suyo.
Pero ya está bien; quiero matar al dragón, quiero dejar de ser un animal lleno de rabia y quiero partirle la cabeza al imbécil que duerme a tu lado.

martes, 17 de marzo de 2015

Follarte en sueños.

Clin, clin, clin, clin.
Mis vecinos necesitan engrasar el somier. O cambiarlo. O mudarse. Si, eso, que se vayan a tomar por culo de una puta vez.
Hace rato perdí la cuenta del tiempo que llevo escuchándolo chirriar al mismo ritmo. En fin, no sé cómo coño pueden aguantar tanto. Qué envidia, ellos follando y yo leyendo.
Clin, clin, clin, clin.
Podrían parar un rato. Yo que sé, al menos hasta que me duerma. Hasta que me duerma y sueñe que soy yo quien te está follando a ti y que la cama que suena es la mía -¡qué harto estoy de follarte en sueños!-
Clin, clin, clin, clin.
¿A quién te estarás tirando tú ahora? No puedo parar de preguntármelo, no puedo dejar de pensar que esa cama que suena es la tuya y no sé por qué coño no estás bailando encima mía.
Parece que paran ¿se habrán corrido los dos a la vez? ¿Se han mirado a los ojos? ¿Le has mirado tú a los ojos a él?
Han parado, se acabó la tortura por esta noche. Cierro este Guantánamo, voy a intentar dormir.
Clin, clin, clin, clin... ¡Qué harto estoy de follarte en sueños..!

domingo, 8 de marzo de 2015

A veces.

A veces
tocaría una canción triste
con la armónica
debajo de tu balcón
hasta que bajes y me mates
o hasta que subas al cielo
y me quieras.

A veces
te perseguiría
por toda la ciudad
con un ramo de flores
en la mano derecha
y el corazón arrugado
en la izquierda.

A veces
soñaría contigo
durante todas las noches
de mi vida
y la noche eterna
que hay después, también

A veces
haría todo eso
pero ya no recuerdo
cómo se tocaba la armónica,
le tengo alergia a las flores
y estoy soñando despierto
porque tu duermes a mi lado
mientras te sujeto por la cintura;
que no es mi corazón,
pero también me mantiene vivo.

domingo, 1 de marzo de 2015

Alfombra roja.

Me imagino caminando hecho un manojo de nervios por la alfombra roja. Los flashes de los paparazzi rebotan en el cristal de mis Ray Ban Wayfarer negras, a juego con la chaqueta y el pantalón de mi impecable chaqué hecho a medida por algún famoso diseñador de cuyo nombre no quiero acordarme.
Nunca había estado tan emocionado. Camino entre mis amores platónicos, caballeros Jedi, hobbits, algún que otro superhéroe e incluso un James Bond que me ha colocado la corbata. Ni siquiera me atrevo a pedirle a Clint Eastwood una foto porque me impone demasiado.
Los periodistas me preguntan sobre los rumores de mi supuesta relación con tal celebrity y respondo que no. Me preguntan que si espero que me den la estatuilla y les contesto con mi inglés de Extremadura: "Acho, I would be surprised if they gave it to me."
Entro en el recinto. Más cámaras de fotos y más estrellas del séptimo arte. Un organizador me lleva con mucha educación a mi asiento y comienza el sueño. Yo, Alberto Quijada Bejarano, nacido en Plasencia (Cáceres, Extremadura, España, Europa, planeta Tierra, Sistema Solar,la Vía Láctea, Universo), estoy nominado para recibir el Óscar como mejor director.
Mejor banda sonora, mejor película de habla no inglesa, mejores actores de reparto -me comen los nervios-, mejores actores principales y, por fin, le llega el turno a mi categoría. Cuando mencionan mi nombre entre los nominados se me humedecen los ojos. Entonces la pareja de moda de Hollywood abre el sobre y al oir la primera sílaba me da un vuelco al corazón.
Todo el mundo me mira, todo el mundo me aplaude.
Cuando llego al escenario no sé ni que hacer, nunca me habría imaginado eso. Había preparado un breve discurso de agradecimiento por si acaso, pero no sé si puedo leerlo. Venga, ahí va.

"Gracias a mi padre y a la madre que me parió, a mi hermano, a mis abuelos, a mis tios, mis primos y todos mis amigos. Gracias al cabrón de Jose Andrés que está ahí sentado intentando ligarse a Jennifer Lawrence. Gracias a los que han confiado en mí, al equipo que me ha ayudado y a mi equipo de fútbol por darme una alegría en la última Champions. Gracias a Joe Strummer y a Elvis Presley. Gracias a los cómics de Stan Lee y a los libros de Tolkien. Gracias a Star Wars, Apocalypse now, Leyendas de pasión, Una historia del Bronx, Top Gun, Los santos inocentes, Cinema Paradiso y Los Goonies. Gracias a Han Solo y a Indiana Jones. Gracias a Dios por Susan Sarandon, Monica Bellucci y Megan Fox. Gracias al que me va a comprar este Óscar cuando lo venda por mil pavos en E-bay y blablabla... Que viva la República, la Virgen del Puerto y el Don Simón. Lo dicho, buenas noches a todos ¡Extremadura independencia!"

Todo el teatro aplaude y yo bajo feliz del escenario, sabiendo que mañana tras catorce horas de vuelo volveré a pisar la alfombra roja de tu habitación sin chaqué, sin discurso y sin tener necesidad de usar la imaginación para cumplir todos mis sueños.

domingo, 22 de febrero de 2015

No me gustan los poetas.

No me gustan los poetas.
No me gustan esos poetas que se ponen a hablar de la obra de Bukowski sin decir un taco, sin levantar la voz.
No me gustan esos poetas que toman un café mientras suena, casi sin apreciarse, jazz de fondo.
No me gustan esos poetas que van siempre bien peinados, bien arreglados y tienen buenos modales.
No me gustan los poetas que no escupen versos.
No me gustan los poetas que no se emborrachan hasta vomitar palabras.
No me gustan los poetas que no follan, ni hacen el amor.
No me gustan los poetas que recitan una y otra vez lo bonita que es la vida.


Yo solo junto palabras y, a veces, te las regalo; y digo tacos cuando discuto a voces; y escucho música bruta mientras bebo garrafón; y no me peino, ni me visto elegantemente; y escupo trozos de mi alma; y me emborracho hasta vomitar versos; y follo como si fuera la última vez porque podría ser la última vez; y no veo la parte bonita de esta vida desde que no te veo.


No me gustan los poetas,
los apuñalaría a todos
con un bolígrafo
y sin inmutarme
¿quien los necesita?
porque podrá no haber poetas
pero siempre
habrá poesía.

domingo, 15 de febrero de 2015

Tu escritor favorito.

Quiero ser tu escritor favorito
para que te aprendas de memoria
cada palabra que he escrito hasta llegar aqui.
Quiero ser tu escritor favorito 
y ponerte los pelos de punta
y las bragas chorreando.
Quiero quitarle el puesto a Rowling, Tolkien
y a todos aquellos
que te hayan hecho sentir algo profundo
en toda tu vida.
Quiero ser tu escritor favorito,
sin escribir nada,
sin decir nada.
Tocarte y que parezca que has leído
miles y miles de páginas;
porque mis dedos son bolígrafos sin tinta
y tu cuerpo es ese libro en blanco
que no quiero dejar a medias.

lunes, 9 de febrero de 2015

Los chicos como yo

Los chicos como yo vuelven a casa solos, dejando un amigo en cada calle y apurando los últimos minutos de la noche. Firmando el testimonio de su paso con saliva en el suelo.
Los chicos como yo duermen tarde, sueñan despiertos con lo que no tienen queriendo abrir los ojos y que todo sea tan real como la vida. 
Los chicos como yo siempre llegan tarde a esas fiestas a las que nunca fueron invitados, cuando todas las botellas están vacías y las cartas marcadas puestas encima de la mesa para que gane otro.
Los chicos como yo pelean y lloran. Derraman lágrimas, sangre, palabras... Se dejan la mirada retando al mismísimo sol en un combate sin armas.
Los chicos como yo esperan a chicas que nunca llegan en la hora convenida, chicas a las que besan con un ojo abierto por si se escapan corriendo en un descuido de pasión desenfrenada.
Los chicos como yo tienen las deportivas rotas y los vaqueros desgastados, tienen el corazón roto y el alma desgastada. Los bolsillos vacíos y la cabeza llena de ideas, tienen los bolsillos llenos de piedras y la cabeza vacía de pájaros.
Los chicos como yo se tatuaron la palabra 'rebeldía' en sus labios cortados. Viven la juventud a flor de piel y miran al pasado con nostalgia por tiempos mejores.
Los chicos como yo aprietan los puños ante la vida y le gritan a un papel lo que nunca escuchará nadie.
Los chicos como yo escriben de madrugada lo que no dirían por el día, David Leteo me entiende.

domingo, 1 de febrero de 2015

Piezas.

Los dieciséis años.
Los petas a medias.
Las firmas en la última página del cuaderno.
Los cómics de Marvel.
Pizza fría para desayunar.
La X-Box.
Los bancos del parque.
El barrio.
Mi calle.
Tu calle.
La cola del cine.
Las palomitas.
Los grandes estrenos.
Los veintidós.
La cresta.
La carretera.
Follar en el asiento de atrás de un coche.
Tus curvas.
Las rectas.
Las rotondas a toda hostia.
El Peugeot de tres puertas.
La cuneta.
Las botellas de alcochol.
Los hielos.
Los vasos.
Los mensajes que te mando cuando voy borracho.
Los mensajes que no respondes.
Las llamadas perdidas.
Los reencuentros.
Los abrazos.
La Abadía.
Mis amigos.
Mi familia.
La abuela.
Los portales.
Los besos.
Las manos congeladas.
Los dedos por debajo de las bragas.
Los festivales.
Las canciones.
Las resacas.
Las ojeras.
Los engaños.
Las esperanzas.
Las falsas ilusiones.
Los sueños.
Los sueños rotos.
El miedo.
Dormir sin ti.
Las discusiones.
Los nudillos contra la pared.
Las noches en vela.
Los atardeceres.
Los dias grises.
El principio del invierno.
El frío.
El final del verano.
El calor.
Las luces de Ferias.
La calle de Los Vinos.
Los goles.
El futbolín de Jarmo.
El kalimotxo.
El concierto de Extremoduro.
Cáceres.
Las despedidas.
Las tormentas.
El balcón.
Las promesas incumplidas.
Las pulseras.
Los coleteros.
Los mordiscos.
Los arañazos.
Las hogueras.
Las cartas.
Los poemas.
Las frases a medias.
Tus bragas.
Los textos.
Mis libros.
Los que ya no están.
Los que volverán.
Tú.
Las piezas de mi puzzle.

domingo, 11 de enero de 2015

Un cuento de Navidad.

El otro dia estaba sentado en un parque, escuchando música mientras intentaba ponerle final a un poema que se me había atascado cuando se me acercó. Tenía el pelo rubio cortado a cazuela, le faltaban dos o tres dientes y sus ojos marrones eran muy pequeños. Se sentó a mi lado sin pedir permiso (no le llegaban los pies al suelo, era gracioso). Le miré, me miró. Había algo en él que me resultaba familiar.
- Hola - se atrevió a decir. Su voz era aguda, de niño pequeño, pero hablaba con seguridad.
- Hola - respondí.
- ¿Qué haces?
- Esperar. -
- ¿A qué?
Putos niños y su curiosidad por todo.
- Pues... No lo sé.
Realmente no tenía ni idea de a qué estaba esperando. No había quedado con nadie ni tenía nada que hacer.
- Pues vaya... ¿Quieres jugar?
Así que era eso. Aquel enano se había acercado a mí porque buscaba un compañero de juegos.
- Que va, yo soy mayor y los mayores no jugamos en la arena.
- Los mayores sois muy aburridos. Yo nunca dejaré de jugar en la arena.
Era simpático el chavalin.
- ¿Te gustan los Playmobil?
- Si, bueno... me gustaban cuando tenía tu edad.
- Yo le he pedido el Fuerte del oeste a los Reyes. Mi mamá me ayudó a escribir la carta esta mañana.
Joder. El Fuerte de Playmobil era el juguete que siempre pedía cuando era pequeño y que nunca me regalaron. Me alegré de que aquel niño lo fuera a disfrutar como yo no pude hacerlo. Me alegré mucho.
- ¿Tienes novia?
No. No tenía novia, hacía meses que no ¿y para qué? Estaba bastante harto de que mi felicidad dependiera de que si otra persona tenía un buen dia o, por el contrario, se había levantado con el pie izquierdo. Pero eso no se lo iba a decir a un crío.
- Bueno... Tengo amigas.
- Yo también tengo muchas amigas en el cole y una novia. Me voy a casar con ella cuando sea mayor.
Aquello me hizo gracia.
- Jajajaja, espero que me invites a tu boda.
Una mujer le llamó.
- Vamos Roberto - me pareció que decía Roberto o algún nombre similar.
Él la miró un momento y gritó:
- Ya voy mamá. Me tengo que despedir de mi amigo.
- Que no te tenga que volver a llamar.
Aquel niño con el que apenas había hablado cinco minutos me llamaba amigo. A mí.
- Bueno, me tengo que ir. Mi mamá es muy pesada. Si un dia quieres jugar en la arena o ver mis Playmobil, vivo en la primera planta de este bloque. Adiós.
Y se fue corriendo.
Le vi alejarse hasta llegar a su madre, una mujer embarazada que también tenía algo que me resultaba familiar.
Me quedé pensando un rato más. Había dicho que vivía en el bloque de al lado, en el primero. Y ahí, el último niño que se había mudado fui yo en el 97.
El año que me mudé fue el mismo año en el que pedí el Fuerte de Playmobil por Reyes, tenía una novia en el cole con la que me quería casar y mi madre estaba embarazada de mi hermano.