domingo, 11 de enero de 2015

Un cuento de Navidad.

El otro dia estaba sentado en un parque, escuchando música mientras intentaba ponerle final a un poema que se me había atascado cuando se me acercó. Tenía el pelo rubio cortado a cazuela, le faltaban dos o tres dientes y sus ojos marrones eran muy pequeños. Se sentó a mi lado sin pedir permiso (no le llegaban los pies al suelo, era gracioso). Le miré, me miró. Había algo en él que me resultaba familiar.
- Hola - se atrevió a decir. Su voz era aguda, de niño pequeño, pero hablaba con seguridad.
- Hola - respondí.
- ¿Qué haces?
- Esperar. -
- ¿A qué?
Putos niños y su curiosidad por todo.
- Pues... No lo sé.
Realmente no tenía ni idea de a qué estaba esperando. No había quedado con nadie ni tenía nada que hacer.
- Pues vaya... ¿Quieres jugar?
Así que era eso. Aquel enano se había acercado a mí porque buscaba un compañero de juegos.
- Que va, yo soy mayor y los mayores no jugamos en la arena.
- Los mayores sois muy aburridos. Yo nunca dejaré de jugar en la arena.
Era simpático el chavalin.
- ¿Te gustan los Playmobil?
- Si, bueno... me gustaban cuando tenía tu edad.
- Yo le he pedido el Fuerte del oeste a los Reyes. Mi mamá me ayudó a escribir la carta esta mañana.
Joder. El Fuerte de Playmobil era el juguete que siempre pedía cuando era pequeño y que nunca me regalaron. Me alegré de que aquel niño lo fuera a disfrutar como yo no pude hacerlo. Me alegré mucho.
- ¿Tienes novia?
No. No tenía novia, hacía meses que no ¿y para qué? Estaba bastante harto de que mi felicidad dependiera de que si otra persona tenía un buen dia o, por el contrario, se había levantado con el pie izquierdo. Pero eso no se lo iba a decir a un crío.
- Bueno... Tengo amigas.
- Yo también tengo muchas amigas en el cole y una novia. Me voy a casar con ella cuando sea mayor.
Aquello me hizo gracia.
- Jajajaja, espero que me invites a tu boda.
Una mujer le llamó.
- Vamos Roberto - me pareció que decía Roberto o algún nombre similar.
Él la miró un momento y gritó:
- Ya voy mamá. Me tengo que despedir de mi amigo.
- Que no te tenga que volver a llamar.
Aquel niño con el que apenas había hablado cinco minutos me llamaba amigo. A mí.
- Bueno, me tengo que ir. Mi mamá es muy pesada. Si un dia quieres jugar en la arena o ver mis Playmobil, vivo en la primera planta de este bloque. Adiós.
Y se fue corriendo.
Le vi alejarse hasta llegar a su madre, una mujer embarazada que también tenía algo que me resultaba familiar.
Me quedé pensando un rato más. Había dicho que vivía en el bloque de al lado, en el primero. Y ahí, el último niño que se había mudado fui yo en el 97.
El año que me mudé fue el mismo año en el que pedí el Fuerte de Playmobil por Reyes, tenía una novia en el cole con la que me quería casar y mi madre estaba embarazada de mi hermano.