domingo, 28 de septiembre de 2014

Noche perfecta.

Llueve, truena y caen rayos. Es una noche perfecta.
Mañana Inés se despertará con un texto enorme al que ponerle comas. Yo también debería ponerle comas a mi vida, dejarme de tanta letra, tanta frase, tantos versos. Tengo que ponerle puntos a lo que escribo y tengo que ponerle puntos a mi corazón.
Poner puntos de sutura que cierren de verdad todas las heridas que crea el lento transcurrir de los años y el fugaz paso de esas personas que dejaron de ser imprescindibles en tu vida para convertirse en simples desconocidos. Por su culpa, por la mía, por la tuya, todos cometemos errores aunque nadie se señale a sí mismo. Nadie se mira en el espejo y dice: Yo la cagué; fue culpa mía.
Ahora que ha muerto otro verano volverán las tardes de lluvia y la capucha, volveré a cruzarme con aquella persona que me importó tanto y a la que nunca se lo dije, ni siquiera cuando se fue. Volveré a cruzarme con ella y a agachar la cabeza o a mirar para otro lado intentando fingir que no la he visto. Intentando fingir que no la he necesitado nunca, que nunca necesito a nadie, que yo solo puedo con todo mostrando mi puta fachada de flipao al que se la suda todo.
El temporal está perdiendo fuerza y esto no son lágrimas, son los restos de lluvia colándose por las goteras de mi cuarto. Es lo bueno de las tormentas, que te calan, lo sueltan todo con mucha fuerza pero pasan. Casi siempre pasan.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Sin título.

Tengo la cabeza llena de pájaros enjaulados
y en mis bolsillos hay juguetes
de cuando era niño
por si me canso de esperar en la fila de los hombres buenos.
Tengo espadas de madera, coches de aluminio, muñecos de acción y sueños de plástico;
para recordar que mamá ya no me peina,
papá no me baña
y la abuelita se fue a verme crecer desde alguna estrella.
Mi infancia se fue volando
con las palomas que teníamos en el patio
algún invierno, algún verano.
Me alimento a base de recuerdos
y vivo en un pasado
donde mamá me peina, papá me baña
y la abuela me ayuda a completar alguna colección de tazos.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Bukowski, Iniesta

Estoy leyendo a Bukoswki, escuchando Extremoduro, buscando la frase perfecta para no tener que escribirla yo. Me puede la pereza. Me puede y por eso no salgo a la calle a buscar un cuerpo y una mente cuyas piezas encajen con las mías, como tampoco me meto en la cama con quien no me llena.
Quiero una rutina de desayunos en la cama, de sexo a las 2:12 cada día, de viajar a un lugar diferente cada fin de semana para tener, por ejemplo, sexo a las 2:12 de la madrugada en una habitación que no es la mía. Todo eso con una mujer distinta metida dentro del mismo cuerpo, que evolucione cada día como persona mientras me ayuda a mi a hacer lo mismo. Si, creo que eso es lo que quiero.
Me levanto cada mañana pensando que junto a mí hay una figura de pelo negro a la que abrazarme pero, al abrir los ojos, me doy cuenta de que la cama está vacía y esa figura aún no existe en mi vida. Entonces, al verme tan solo entre tanta oscuridad, siento miedo. Siento el mismo miedo que me produce mostrar mis debilidades, yo, que voy de tipo duro que no sale en Los Mercenarios 3 prefiero que nadie las vea.
Voy a seguir leyendo a Charles Bukowski, escuchando a Roberto Iniesta, buscándome a mi mismo. Luego, venceré a la pereza para ir a buscar a alguien con quien compartir mis ruinas, mis rutinas. Espero que ella me inspiré y así encontrar la frase perfecta.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Kilómetro 0.

La persiana está bajada,
las cartas en el buzón
y las copas llenas de whisky
para celebrar una derrota más.
Se avecinan tiempos inciertos,
días muertos,
horas de trescientos sesenta millones de segundos
y segundos queriendo convertirse en primeros.
Tú estarás sentada en un portal,
apurando el último cigarro
antes de comprar más
en el bar de la esquina;
Y yo en el kilómetro cero de otras piernas,
soñando besar las tuyas
como beso el camino de las utopías que pisas.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Otoño.

Se agota el calendario y cada dia oscurece antes. Hoy he visto a la primera hoja mecerse suavemente en el aire para acabar posándose con elegancia en el suelo.
Dentro de unas semanas otro otoño viendo como el viento desnuda a los árboles.
Lástima que tu no seas viento.
Lástima que yo no sea árbol.
Volverá el frío y esquivaré los mismos charcos que antes pisaba con mis botas de agua. Pasearé por la ciudad, empapada por un acogedor olor a humo, sin una mano a la que agarrarme, sin una cintura que hacer mía y a la que desnudar como el viento hace con los árboles.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Nadie más.

He vuelto a tu ciudad,
a esa plaza,
y en las escaleras
no estan tus ojos.

Y falta aire
y sobra gente.
Rostros desconocidos,
ausencias.

Sin ti...

Los rincones del centro
nos recuerdan,
o eso quiero creer.
No concibo este lugar
sin ti.

Volví a tu ciudad
y faltabas
y faltaban tus labios.
Sólo estaba yo.

Nadie más.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Sin sentido.

Quería escribir sin estructura, sin sentido. Una frase aquí porque me da la gana, otra aquí porque queda bonita y esta porque me sale de la polla. Así de claro, así de simple y así lo hago porque como escribo yo, yo mando.
Recorrí todos los rincones de la ciudad buscando amor, pero estaban tan vacíos como mi vida hasta antes de encontrar algo que mereciera la pena. He caminado por las calles buscando una cara que se enamorara de mí a la vez que yo me enamoraba de ella y es jodidamente dificil, todos esos rostros son grises, como con ganas de llover.
Lloro por dentro desde que se fue mi abuela y me da rabia que la gente piense que no siento, ni lloro, ni estoy roto por dentro, pero estoy seguro de que, si me agitan, suenan trozos como un sonajero. Así que ahora dime quién va a juzgar todo este torbellino de palabras y frases sin sentido que se escriben solas al amanecer.
El sol saldrá por el este y en el oeste no habrá ni indios ni vaqueros para desgracia del niño rubio que llevo dentro, que no me contesta porque mamá le enseñó a no hablar con desconocidos... Aunque yo le conozca mejor que nadie porque somos la misma persona, preguntándonos por dentro en qué momento se torcieron nuestras vidas. Y si, mi vida tuvo que torcerse en algún momento para haber llegado a un punto en el que caen lágrimas mientras escribo y la mano tiembla como cuando estoy nervioso antes de leer en público.
Una vez publiqué la introducción a un kaos aunque nunca escribí sobre ninguno. Y ahora, que vomito sobre vuestro sucio corazón y ahí fuera rugen tormentas imaginarias, vuelvo con una amarga introducción a mi kaos compuesto por basura cósmica.