lunes, 18 de mayo de 2015

Por gilipollas.

El viernes por la noche estaba algo aburrido en la calle de Los Vinos cuando le vi aparecer.
Destacaba entre los demás porque era más alto y no sé, me hizo ilusión verlo. En ese momento se agolparon en mi cabeza un montón de recuerdos deseando salir y ser puestos en común. La típica conversación de dos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo: "Hostia tio, ¿y te acuerdas de cuando...?"
Había sido mi mejor amigo desde segundo de primaria hasta esos primeros años de instituto donde se toman caminos diferentes y se hacen nuevos amigos que te hacen definirte como persona. Unos se hacen canis, otros rockeros, a otros les tira el rap y alguno se define como un completo gilipollas. Y este fue de esos.
Hubo un tiempo en el que tuvimos grandes discusiones de estas que cuando tienes trece años -y te crees el puto amo- acabas dándote hostias hasta con tu mejor amigo por creer tener la razón. Pero bueno, aquello fueron tonterías que se quedaron perdidas y poco a poco volvimos a saludarnos por la calle, intercambiando cada vez mas palabras. Supongo que empujados por el recuerdo de haber compartido el uno con el otro casi todas esas primeras veces que no se comparten con una chica: el primer cigarro, el primer kalimotxo, la primera pintada con spray, los primeros castigos por llegar tarde a casa, la primera vez que robas en la tienda de golosinas del barrio...
Y en esas estaba yo cuando, de vuelta a la calle de Los Vinos,
recordando el sabor de aquella bolsa de Gublins que había salido gratis y deseoso de recordar a mi ex-mejor amigo todas nuestras "hazañas" infantiles él se acerca a mi. Yo, casi emocionado, le doy un abrazo mientras le digo:
- Joder tío, cuánto tiempo, ¿qué tal estas?
Entonces el puto tonto, porque nunca tuvo otro nombre, se suelta del abrazo y me responde:
- Eh tío, pues bien ¿y tú?, bueno, voy pa allá.
Y sin darme tiempo a responder, se fue 5 metros mas allá a hablar con vete tú a saber quién. Os podéis imaginar cómo me quedé yo.
Anonadado. Flipando. Recordando que en aquella pelea que tuvimos en 2004 tendría que haberle pegado el puñetazo en la cara mucho más
fuerte. Por gilipollas.



Y no he escrito esto para contaros la historia, ni siquiera para ponerme nostálgico (y mira que a mi me encanta ponerme nostálgico). He escrito esto única y exclusivamente para quejarme.
Quejarme de que hay gente que tiene la puta cara y la muy poca decencia de cruzarse con alguien con quien ha compartido una parte de su vida y no ser capaz ni siquiera de preguntar "¿Qué tal te va?" o "¿Cómo te trata la vida?" y quedarse para escuchar la respuesta.
De desagradecidos está el mundo lleno y menos mal que ahora tenemos sentido común para no convertir al mayor imbécil del mundo en ese amigo que algún dia nos pegará la puñalada por la espalda. O peor, que nos negará una conversación y un abrazo después de llevar años sin vernos

No hay comentarios:

Publicar un comentario