domingo, 11 de mayo de 2014

La peor ciudad del mundo.

Harto de vivir en la peor ciudad del mundo decidí tomarme un tiempo y darle la vuelta al globo.
En Madrid había policías pegando a transeuntes que no habían hecho nada. Londres no ardía. En París no encontré el amor. Roma estaba llena de gente que intentaba imponer su religión a toda costa. En Atenas unos nazis maltrataban a los que no eran como ellos. No encontré la pintada de Aitana en el Muro a John Lennon de Praga. Berlín estaba lleno de carteles con la cara de Ángela Merkel. En Moscú tuve muchísimo frio, pero nadie que me diera calor.
Tibet no es libre. En Pekin había mucha gente pero faltaba Sergio con el megáfono para montar una manifa. En Tokyo no me dejaron comprar una katana auténtica. Ho Chi Minh ya no se llama Saigón y en mi hotel no se hospedaba el capitán Willard.
En Nueva York murió mi ídolo. En un colegio de Washington habían muerto 15 niños a manos de otro que tenía una pistola. Elvis dejó de cantarle a Las Vegas. Me hice fotos en la casa Kauffman de Pensilvania para darle envidia a Carolina. A Los Angeles siempre quise ir, pero no había cruzado el mar en tu compañia. Detroit había dejado de fabricar Cadillac's Eldorado. En Tijuana el sexo era pagando, el tequila no me gusta y la marihuana picaba en la garganta. Por el Malecón de La Habana no circulaban coches antiguos porque el bloqueo los tenía sin gasolina. En Kingston está enterrado Bob Marley. El aire de Buenos Aires estaba contaminado. En Rio de Janeiro se celebraba el mundial de fútbol, pero la gente seguía viviendo en fabelas.
No encontré a P. Sherman en la calle Wallaby 42 de Sidney. En Hawaii me hablaron del rey Kamehameha y me hizo gracia pero cuando visité Pearl Harbor lloré al ver que el Arizona sigue hundido.
El chocolate de Rabat estaba cortado con mierda. Sam ya no tocaba el piano en aquel club de Casablanca. No pude saltar en paracaídas sobre El Aaiún. En El Cairo ya nadie busca los grandes tesoros de poderosos faraones.
Quise ver el fin del mundo desde Finisterre y me llamaron loco. En Santander no encontré a mis amigos del campamento. Lloré en el Tibidabo de Barcelona escuchando Cadillac Solitario sin la rubia en el asiento de atrás. Volví a Madrid, la policía seguía pegando a gente que no había hecho nada y Sara tenía clase. En Campo de Criptana confundí molinos con gigantes y volvieron a llamarme loco. La devoción de la gente de Sevilla por la Semana Santa me agobió. Granada era preciosa, pero faltaba Paola. Me quedé sin dinero cuando unos monos de Gibraltar huyeron con mi cartera. Me prohibieron entrar en el teatro romano de Mérida. Pasé de largo por Badajoz. Antes de coger el tren en Cáceres quise ver a Estela pero se quedó dormida.
El día que llegué a Plasencia salí a tomar algo y te conocí. Siempre había pensado que vivía en la peor ciudad del mundo...

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