domingo, 12 de octubre de 2014

Otra noche sin dormir.

A lo mejor es insomnio o a lo mejor son las tres horas de siesta que me he pegado después de comer. No tengo ni puta idea. El caso es que son las 7:27 de la mañana y estoy apoyado en la ventana viendo al sol salir por el valle.
Los primeros rayos inundan los tejados y, a mí, el romanticismo de los amaneceres me da las mismas ganas de dormir como los atardeceres de follar asi que probablemente, cuando acabe esto, cerraré el cuaderno y me iré a dormir. A dormir en una cama vacía una vez más. Donde no está tu cuerpo tapado por una fina sábana blanca como si esto fuera la escena de alguna de tus películas de amor favoritas. Pero aquí estoy yo, más parecido a Christian Bale en 'El Maquinista' que a Richard Gere o Mario Casas.
Veo a un búho en el tejado de enfrente y me mira, somos parecidos: él vive de noche y duerme de día, yo escribo de noche y sueño de día. Sueño contigo, con volar, con quemar la página y saltar por esta ventana para acabar dándome de bruces con tu almohada, pero el búho ya se ha ido y tu cama no existe porque tú tampoco existes, solo en los sueños que tendría si estuviera dormido.
Se acaba la página y empieza otro dia, otro día igual. Podría ir al baño para masturbarme pensando en que esta noche tampoco he hecho el amor como siempre soñé, con un te quiero al final. Podría encender la tele, con suerte emitirán 'Dragon Ball'. Podría salir a la calle a buscarte por las esquinas, esperando que estes camino del instituto o la universidad y nos choquemos por accidente para mirarnos a los ojos y enamorarnos el uno del otro (aunque sé que nadie se enamorará jamás de estas ojeras).
Me tumbo en la cama, son las nueve de la mañana. En casa mi padre ya se habrá ido a trabajar y yo mientras escribo cartas sin dirección a una mujer que no he conocido y cuyos ojos llevo imaginándome veintidós años. La próxima noche espero dormir contigo.
Espero dormir bien.
Espero dormir.
Espero.

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