martes, 10 de junio de 2014

PGR Granada.

A Paola. Por ser la única que me ha demostrado que realmente merece la pena.




Soñábamos con vivir allí y perdernos por sus calles. Visitar La Alhambra y besarnos en cada una de las 124 columnas del Patio de los Leones mientras los doce leones nos rugían con envidia, porque ellos no se podían tocar.
Quizás por eso alquilamos un viejo ático junto a la plaza de Joe Strummer (el sueño de mi vida) y escuchábamos a The Clash, 091, Supersubmarina... mientras tú pintabas cuadros de atardeceres rojos sobre Sierra Nevada apoyada en la ventana, con toda la cara manchada de pintura (igual que la camiseta que usabas, siempre era mia) y yo escribía canciones que siempre hablaban de ti. Paseábamos toda la noche por el Albaicín y bebíamos litros de cerveza en cualquier banco de cualquier parque. Después, cuando el dia empezaba a nacer, nos tirábamos sobre ese colchón que teníamos por cama. Algunos sábados nos montábamos en el viejo Ford de tercera o cuarta mano que compré para ir hasta el olivar donde se supone que está enterrado Lorca, una vez allí leíamos sus versos hasta que la falta de luz impedía distinguir las letras. Alma, ponte color naranja; alma, ponte color de amor.
No vivíamos con horarios ni agobios. No nos preocupábamos por el dinero, la cartera se llenaba conforme la íbamos vaciando. No nos preocupábamos de la comida, la nevera se llenaba conforme la íbamos vaciando.
Fue la mejor época de nuestra vida. El Paseo de los Tristes nos tenía envidia porque éramos felices, porque cenábamos en lo más alto de la Torre de la Vela y tú le hacías la competencia a la ciudad con unos ojos más bonitos que toda Granada entera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario