martes, 17 de junio de 2014

La del temporal.

Cuando volví a entrar allí lo encontré todo desordenado.
Los cristales rotos por el suelo llenos de suciedad. Los posters que antes adornaban las paredes ahora estaban rajados por la mitad, descoloridos, apenas sostenidos por unas chinchetas oxidadas. Los libros descolocados y con páginas arrancadas formaban una estampa terrible. Las cortinas estaban hechas jirones, las sábanas raídas y al colchón lleno de agujeros se le escapaba el relleno. 
Había cartas de amor quemadas.Dibujos a los que nadie había dado color, hechos pedazos. Las paredes anteriormente pintadas por un brillante azul eléctrico ahora habían perdido su electricidad y aparecían numerosos desconchones. El techo se caía, la bombilla de la lámpara estaba rota, el armario apenas se mantenía en pie con las puertas astilladas y los cajones abiertos. El temporal no había dejado nada.

Entré allí y lo encontré todo desordenado. Roto. Abandonado. Sucio. Era la primera vez que miraba dentro de mi tras el paso del huracán que llevaba tu nombre.

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