domingo, 16 de noviembre de 2014

Guerra fría.

Hablábamos de fuego sin saber que nuestros corazones se estaban incendiando y que nadie podría apagarlos jamás, desatábamos huracanes inflamables con la boca
y soñábamos por encima del nivel del mar.
Hablábamos, soñábamos, desatábamos...
Todo en pasado. El pasado de un presente que vivíamos juntos y tenía que dar paso a un futuro mejor, no a este mundo post-apocalíptico donde mi interior estalló como Chernobyl convirtiendo nuestros sueños en Prypiat. Hace mucho que no te veo, hace mucho que mis ojeras no se reflejan en tus ojos de diamante pero sé que estarás ahí fuera, desafiando a la ciudad y a la noche tu sola como siempre hiciste. Como siempre quise hacer contigo.
Tu rebeldía y tu inconformismo caminaban de la mano junto a mi prudencia, el temor a que la impetuosidad nos llevara a dar el golpe de estado en otras camas y nos quedáramos a las puertas del infierno que no incineró nuestros huesos. Ahora tu corazón es el muro de Berlin y el mío, el bloqueo contra Cuba, resisitiendo al imperialismo que encarceló al amor en Guantánamo.
Hablábamos de fuego hasta que llegó el invierno con esta Guerra Fría y nos olvidamos de arder, nos olvidamos de soñar, nos olvidamos de ser dos.

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